martes, julio 28, 2009

Tipología masculina en la violencia de pareja

Día sí dia no, podemos ver, leer o escuchar en los distintos medios de comunicación acerca de casos de violencia doméstica y la consiguiente alarma social que conllevan, tanto por su incidencia como por las graves consecuencias que produce en las víctimas. En España, según informes del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales existen más de 600.000 mujeres víctimas de maltrato, si extrapolaramos este dato -de forma burda- podríamos decir que existen al menos 600.000 hombres que se comportan violentamente con su pareja o ex pareja. Cabe decir que este tipo de violencia se da también por mujeres contra hombres, así como entre parejas homosexuales.

Pues bien, existe una clasificación realizada en un contexto de laboratorio que propone la existencia de dos tipos de maltratadores masculinos en función de la respuesta cardiaca diferencial ante una discusión de pareja:

- Maltratadores tipo 1 [cobra]

Son aquellos hombres violentos que ante una discusión de pareja muestran un descenso en su frecuencia cardiaca y que exteriorizan mucha agresividad y desprecio hacia la víctima. Asimismo, se comportan violentamente con otro tipo de personas [amigos, desconocidos, compañeros de trabajo, etc.]. Desde una perspectiva psiquiátrica y psicopatológica, suelen mostrar características antisociales y agresivo-sádicas, así como una mayor probabilidad de drogodependencia.

- Maltratadores tipo 2 [pitbull]

Son aquellos hombres violentos que presentan un aumento en su frecuencia cardiaca ante una discusión de pareja, tienden a mostrar trastornos de personalidad por evitación y borderline, características pasivo-agresivas, ira crónica y un estilo de apego inseguro.

En el primer caso se ejerce una violencia instrumental, es decir, la conducta agresiva es planificada, expresa un grado profundo de insatisfacción y no genera sentimientos de culpa; en el segundo, por el contrario, se trata de una violencia impulsiva, caracterizada por una conducta modulada por la ira y que refleja dificultades en el control de los impulsos o en la expresión de los afectos.

A su vez existen teóricamente tres grandes grupos de riesgo:

a) De bajo riesgo, caracterizados por ejercer una violencia de baja gravedad y que es poco frecuente, con poca o nula presencia de psicopatología y, generalmente, sin historia delictiva.

b) De riesgo moderado, que ejercen una violencia algo más frecuente y de gravedad media, que presentan niveles psicopatológicos moderados o altos.

c) De alto riesgo, que se caracterizan por desplegar una violencia más grave y de mayor frecuencia, que presentan niveles altos de psicopatología y que, además, suelen tener una historia delictiva.

Los factores predictivos de estos últimos incluyen el homicidio o violencia extrema como amenazar a la víctima con objetos peligrosos o con armas de cualquier tipo o tener una intención clara de causar daños graves a la víctima. El perfil de este tipo de agresor muestra celos intensos o conductas de control hacia su pareja y suele justificar la violencia por el consumo de alcohol, drogas, estrés, o bien acusar a la víctima de haberle provocado.

Por otra parte se han identificado tres tipos de hombres violentos en el control de la ira:

Ira patológica. Se caracterizan por tener muy poco control sobre la ira. Son personas con baja autoestima, estructura de personalidad borderline, características psicopáticas y abuso de alcohol y de drogas, así como problemas interpersonales relacionados fundamentalmente con la venganza y el dominio. En este grupo están los que ejercen una violencia más grave y los que, tras acudir a tratamiento, tienen una mayo probabilidad de abandonarlo y de seguir maltratando.

Bajo control de la ira. Muestran un bajo control de la ira y una alta frecuencia de conductas violentas. Asimismo muchos de ellos, después del tratamiento, siguen maltratando a su pareja [sobre todo, psicológicamente]. En realidad, es un grupo similar al anterior, del que le separa una menor intensidad de la ira.

Ira normal. Se trata de personas que no presentan problemas con el control de la ira y en las que su conducta abusiva es de menor gravedad que en los grupos previos.

En cualquier caso, establecer clasificaciones es interesante, no sólo desde un punto de vista psiquiatrico, psicopatológico y predictivo del riesgo de violencia, sino principalmente desde una perspectiva terapéutica y preventiva. Sólo así se podrán seleccionar de una forma más adecuada las estrategias terapéuticas más idóneas en cada caso. Asimismo, las tipologías son útiles en la medida en que van más allá de la descripción y tratan de abordar causas y motivaciones de la conducta violenta.

Documentación: International Journal of Clinical and Health Psychology

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