El otro Voyager
La víspera del día de Nochebuena de 1986, once años después de que fueran lanzados al espacio los dos primeros Voyager, un hombre y una mujer llamados Dirk Rutan y Jeana Yeager, al límite de la extenuación y a bordo de un peculiar avión estaban a punto de hacer realidad el sueño del diseñador de la aeronave bautizada también como Voyager.
El diseñador no es otro que el mismo Burt Rutan que años más tarde diseñaría el SpaceShipOne, y que con la inestimable financiación de un tal Paul Allen, en octubre de va a hacer ahora cuatro años, se llevaron el premio Ansari X-Prize, dotado con 10 millones de US$ por ser los primeros en conseguir alcanzar el espacio suborbital en un vuelo turístico.
Pero volviendo a nuestro Voyager, era/es un avión, hoy expuesto, junto a otros logros de la aviación, como el avión de los hermanos Wright de 1899 o el módulo Columbia del Apollo XI, en el usanita Smithsonian National Air and Space Museum de Washington, DC. El avión tipo canard, de ala fija, tiene dos motores, uno delante y otro detrás, que pesan unos 400 kg., lo que unido al peso de la propia aeronave, el total no sobrepasa los 900 Kg. Para lograr el reto que se habían propuesto, que no era otro sino batir el récord de resistencia en vuelo dando la vuelta al planeta, sin escalas y sin repostar, se tuvieron que añadir unos 3.500 Kg., de combustible repartidos en 17 tanques. El tiempo máximo fijado para llevar a cabo el desafio...10 días.
A las 08:01 del 14 de diciembre comenzaron a rodar, eligieron para ello la pista de mayor longitud que estaba a su alcance y la elegida fue una pista en el Desierto de Mojave, en la Base Edwards de la Fuerza Aérea de los EE.UU., de, en teoría, 4.600m., de longitud. El despegue fue caótico y estuvo a punto de ser abortado varias veces puesto que el peso adicional hacía que el extremo de las alas del ligero aparato, de más de 30 m., de longitud, mayor que un boeing, donde iba el combustible, se flexionaran, de hecho, durante gran parte de la maniobra éstas llegaron a arrastrase por la pista. Después de minutos de agonía, de más de 5.000 m., de rodadura, y traspasando con creces el no return point, consiguieron alcanzar los casí 14okm/h necesarios para elevar el Voyager. Les esperaban más de 40.000 km., de travesía.
Tras muchas peripecias, bordear un tifón, atravesar una tormenta, problemas de navegación, agotamiento, etc., etc., el reto parecía a su alcance. Tenían ya casi a la vista la costa de California, tan solo les faltaban 12 horas para llegar e iban sobrados de tiempo. Todo parecía ir bien cuando al intentar trasvasar los últimos 120 Kg., de combustible que les quedaban al motor trasero, se encontraron con que les era imposible realizar la operación, el avión de repente se quedó sin propulsión y empezó a caer rápidamente sobre el Pacífico. Por radio les indicaron que la única solución era que Jeana cambiara las mangueras de suministro del combustible puesto que creían que una de ellas estaba atascada. Ésto constituía una operación de alto riesgo y el tiempo jugaba en su contra. Así que, quizás a causa del cansancio, quizás a causa de la desesperación, el Rutan que pilotaba la aeronave se negó a llevar a cabo la perentoria sugerencia que su hermano y otros técnicos le estaban dando. Los segundos pasaban y el océano se acercaba más y más a ellos.
A la desesperada una nueva orden les llegó por los auriculares: ¡Dirk, trata de encender el motor delantero!. El motor delantero, tan solo se había empleado para el despegue y salvo emergencia no estaba previsto darle otro uso, por otra parte llevaba más de una semana parado, pero estaban en peligro y Dirk Rutan, esta vez sí, hizo caso y tras unos angustiosos segundos con el sudor corriendo por su cara y varias intentos el motor delantero se encendió, rápidamente tiró de la palanca para remontar el vuelo y poco más tarde, habiendo solucionado el problema de las mangueras y tras nueve días y 4 minutos de vuelo ininterrumpido volvían a tomar tierra en la Base de Edwards con la objetivo alcanzado: batir el récord de resistencia dando la vuelta al globo, sin escalas y sin repostar, que hasta esa fecha ostentaba un B-52 de la II guerra mundial, el Lucky Lady II
Documentación:
Dick Rutan, Jeana Yeager, and the Flight of the Voyager
Smithsonian National Air Museum
Pero volviendo a nuestro Voyager, era/es un avión, hoy expuesto, junto a otros logros de la aviación, como el avión de los hermanos Wright de 1899 o el módulo Columbia del Apollo XI, en el usanita Smithsonian National Air and Space Museum de Washington, DC. El avión tipo canard, de ala fija, tiene dos motores, uno delante y otro detrás, que pesan unos 400 kg., lo que unido al peso de la propia aeronave, el total no sobrepasa los 900 Kg. Para lograr el reto que se habían propuesto, que no era otro sino batir el récord de resistencia en vuelo dando la vuelta al planeta, sin escalas y sin repostar, se tuvieron que añadir unos 3.500 Kg., de combustible repartidos en 17 tanques. El tiempo máximo fijado para llevar a cabo el desafio...10 días.
A las 08:01 del 14 de diciembre comenzaron a rodar, eligieron para ello la pista de mayor longitud que estaba a su alcance y la elegida fue una pista en el Desierto de Mojave, en la Base Edwards de la Fuerza Aérea de los EE.UU., de, en teoría, 4.600m., de longitud. El despegue fue caótico y estuvo a punto de ser abortado varias veces puesto que el peso adicional hacía que el extremo de las alas del ligero aparato, de más de 30 m., de longitud, mayor que un boeing, donde iba el combustible, se flexionaran, de hecho, durante gran parte de la maniobra éstas llegaron a arrastrase por la pista. Después de minutos de agonía, de más de 5.000 m., de rodadura, y traspasando con creces el no return point, consiguieron alcanzar los casí 14okm/h necesarios para elevar el Voyager. Les esperaban más de 40.000 km., de travesía.
Tras muchas peripecias, bordear un tifón, atravesar una tormenta, problemas de navegación, agotamiento, etc., etc., el reto parecía a su alcance. Tenían ya casi a la vista la costa de California, tan solo les faltaban 12 horas para llegar e iban sobrados de tiempo. Todo parecía ir bien cuando al intentar trasvasar los últimos 120 Kg., de combustible que les quedaban al motor trasero, se encontraron con que les era imposible realizar la operación, el avión de repente se quedó sin propulsión y empezó a caer rápidamente sobre el Pacífico. Por radio les indicaron que la única solución era que Jeana cambiara las mangueras de suministro del combustible puesto que creían que una de ellas estaba atascada. Ésto constituía una operación de alto riesgo y el tiempo jugaba en su contra. Así que, quizás a causa del cansancio, quizás a causa de la desesperación, el Rutan que pilotaba la aeronave se negó a llevar a cabo la perentoria sugerencia que su hermano y otros técnicos le estaban dando. Los segundos pasaban y el océano se acercaba más y más a ellos.
A la desesperada una nueva orden les llegó por los auriculares: ¡Dirk, trata de encender el motor delantero!. El motor delantero, tan solo se había empleado para el despegue y salvo emergencia no estaba previsto darle otro uso, por otra parte llevaba más de una semana parado, pero estaban en peligro y Dirk Rutan, esta vez sí, hizo caso y tras unos angustiosos segundos con el sudor corriendo por su cara y varias intentos el motor delantero se encendió, rápidamente tiró de la palanca para remontar el vuelo y poco más tarde, habiendo solucionado el problema de las mangueras y tras nueve días y 4 minutos de vuelo ininterrumpido volvían a tomar tierra en la Base de Edwards con la objetivo alcanzado: batir el récord de resistencia dando la vuelta al globo, sin escalas y sin repostar, que hasta esa fecha ostentaba un B-52 de la II guerra mundial, el Lucky Lady II
Documentación:
Dick Rutan, Jeana Yeager, and the Flight of the Voyager
Smithsonian National Air Museum
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