lunes, mayo 21, 2007

Adela y la primavera

Ayer llevé a mi mami a hacer una visita a un matrimonio, buenos amigos suyos, que desde hace tiempo pasa sus días en una residencia de agüeletes de Aranda de Duero, en la provincia de Burgos.

Aparte de lo que me joden las caravanas, sobre todo en domingo, de la lluvia y de que las visitas a este tipo de instituciones, por muy privadas, asépticas y caras que puedan llegar a ser, siempre me dejan cierta sensación de deja vu sobre el devenir de mi propia vejez, me he traído una gran carcajada por culpa de Adela. Una señora andaluza, del barrio sevillano de Triana a la que contemplan 98 años, con la que estuve hablando un buen rato y que con todo el salero y gracia de su tierra, entre anécdota y anécdota de algunas de sus correrías casi olvidadas en el tiempo por la también muy sevillana calle Sierpes, me contó lo siguiente:

Al parecer, una mujer, más cerca de los 80 que de los 70 años que hasta entonces nunca se había casado decidió poner un anuncio en la prensa local en busca de marido:
Se busca marido de similar edad que no me pegue, ni revolotee alrededor mío y que sea bueno en la cama. Los candidatos deberán presentarse personalmente.
Se podía leer.

Al segundo día sonó el timbre de la puerta. Con parsimonia la mujer se dirigió hacia ella y al abrir se encontró ante sí a un hombre bien vestido que peinaba canas sentado en una silla de ruedas, sin brazos y sin piernas.

¿Realmente no esperará Vd., que considere su propuesta?, ¡pero mírese...no tiene piernas! exclamó la mujer.

El hombre sonriendo amablemente contestó que por esa misma razón no podía andar revoloteando constantemente a su alrededor.

La mujer con un mohín, volvió a exclamar: pero, pero...¡tampoco tiene manos!

El hombre, de nuevo sonriendo, contestó: pues ya ve que no, por eso mismo no podría pegarte.

La mujer, arqueando una ceja, preguntó pícaramente, ¿y eres bueno en la cama?

El hombre volviendo a sonreír, pero esta vez abiertamente, exclamó: he tocado el timbre de la puerta ¿no?

La verdad es que mientras compartía risotada con Adela me pareció apreciar tanto en sus ojillos, como en su fresca sonrisa un puntito de excitación sexual. Será la primavera.

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